Fraternidad y Misión: La Revolución Silenciosa de Francisco de Asís y su Impacto en la Nueva Evangelización

En la actualidad, la Iglesia enfrenta desafíos profundos que la impulsan a renovar su misión evangelizadora. La creciente secularización, el relativismo moral y la indiferencia religiosa han generado una crisis de fe en gran parte del mundo, especialmente en las sociedades occidentales. El término “Nueva Evangelización”, acuñado por San Juan Pablo II y desarrollado hasta el actual pontífice, expresa la urgente necesidad de revitalizar el anuncio del Evangelio en contextos donde la fe se ha debilitado o incluso ha desaparecido. En este contexto, el testimonio de vida de figuras como San Francisco de Asís adquiere una relevancia insospechada, ofreciéndonos claves esenciales para enfrentar los retos contemporáneos.

San Francisco de Asís, aunque vivió en un tiempo lejano, sigue siendo una fuente de inspiración para quienes buscan un camino auténtico en su seguimiento de Cristo. Este santo, conocido por su radical entrega al Evangelio, no solo es recordado por su pobreza y amor a la creación, sino por haber propuesto una forma de vida que revoluciona las estructuras de poder y prestigio de su tiempo. Francisco no era un reformador político ni un teólogo, pero su vida silenciosa, marcada por la fraternidad y el servicio humilde, trastocó profundamente la Iglesia y la sociedad medieval, logrando una auténtica “revolución desde dentro” que sigue resonando hoy.

El carisma de Francisco, centrado en la fraternidad universal y el amor desinteresado, ofrece respuestas poderosas a los dilemas actuales de la Iglesia. La fraternidad, entendida como una relación que no admite jerarquías ni poder entre los hombres, es un pilar que cuestiona la cultura individualista y de poder que impera en muchos rincones del mundo. En una época donde la fragmentación social y la pérdida de sentido se hacen cada vez más evidentes, el mensaje franciscano de acogida, simplicidad y fraternidad puede aportar una luz nueva al esfuerzo de la Nueva Evangelización.

Este artículo explora cómo el espíritu de fraternidad y misión encarnado por San Francisco de Asís se convierte en un ejemplo vivo para la Iglesia en el siglo XXI. Inspirándonos en su “revolución silenciosa”, reflexionaremos sobre la manera en que su testimonio evangélico puede renovar nuestra forma de evangelizar en un mundo postmoderno que anhela autenticidad, comunidad y un retorno a los valores esenciales del Evangelio.

Francisco de Asís: Testigo del Evangelio a Través de la Fraternidad Universal

El carisma de fraternidad de San Francisco de Asís es uno de los aspectos más profundos y revolucionarios de su testimonio evangélico. Para Francisco, la fraternidad no era simplemente un principio abstracto, sino una forma concreta de vivir el Evangelio en relación con Dios, con los hombres y con toda la creación. Inspirado por su experiencia radical de conversión, Francisco veía a todos los seres, humanos y no humanos, como hermanos, reflejando la paternidad de Dios. Esta fraternidad universal rompía con las divisiones y jerarquías sociales de su tiempo, proponiendo una relación de igualdad donde “nadie sería más que nadie, nadie tendría más que nadie” (Matura, 1978). En una sociedad medieval marcada por profundas desigualdades, este principio se convirtió en una auténtica contestación evangélica.

El modo en que Francisco vivió esta fraternidad era profundamente radical porque no se limitaba a sus seguidores más cercanos, sino que se extendía a los pobres, los leprosos y hasta los enemigos. El encuentro con los leprosos, al principio una experiencia de rechazo se transformó en un encuentro con Cristo que abrió el corazón de Francisco a una fraternidad que incluía a los más marginados. Como señala Leonardo Boff, la revolución franciscana consistía en vivir el Evangelio literalmente, despojándose de todo poder y privilegio para acercarse a los otros como hermanos (Boff & Porto, 1986). Este espíritu de acogida, que rompía con las fronteras impuestas por la sociedad, sigue siendo hoy un testimonio vivo para la Iglesia, llamada a ser una comunidad abierta que acoge a todos, especialmente a los más vulnerables.

La fraternidad franciscana también se extendía a la creación. Francisco reconocía en la naturaleza una expresión del amor de Dios, y este reconocimiento lo llevó a una comunión íntima con todas las criaturas. En su Cántico de las Criaturas, Francisco se dirige al sol, la luna, el agua y los animales como hermanos y hermanas, un canto que resuena hoy con fuerza en el contexto de la crisis ecológica que enfrentamos. El Papa Francisco, en su encíclica Laudato Si’, destaca la conexión entre la fraternidad franciscana y el cuidado de la casa común, subrayando que esta relación armoniosa con la creación es parte integral del mensaje evangélico. La fraternidad, por tanto, no solo une a los hombres, sino que también invita a una relación responsable y amorosa con todo lo creado (Francisco, 2020).

Este concepto de fraternidad tiene una relevancia única para la Nueva Evangelización. En un mundo marcado por la fragmentación y el individualismo, el testimonio de Francisco de Asís recuerda a la Iglesia la necesidad de predicar el Evangelio no solo con palabras, sino con una vida de comunión y servicio fraterno. La evangelización hoy debe llevar consigo una profunda apertura a los demás, imitando el gesto de Francisco que acogía sin reservas a todos, sin importar su condición social, cultural o religiosa. Esta fraternidad que desafía las lógicas de poder y posesión es una herramienta poderosa para reavivar la fe en una sociedad que anhela autenticidad y comunidad.

La Revolución Silenciosa de Francisco: Evangelización a Través del Testimonio

San Francisco de Asís no transformó el mundo a través de grandes discursos o complejos tratados teológicos, sino mediante la sencillez de su vida, profundamente coherente con el Evangelio. Su forma de evangelizar fue eminentemente silenciosa, basada en el testimonio vivo de su radical entrega a Cristo. Francisco entendía que el Evangelio debía ser proclamado, antes que nada, con la vida misma. Esta forma de evangelización sigue siendo esencial en el contexto de la Nueva Evangelización, en la cual el mundo contemporáneo, profundamente afectado por el secularismo, busca no solo palabras, sino testigos auténticos que encarnen la fe en su vida cotidiana (Matura, 1978).

El “radicalismo evangélico” de Francisco se caracterizó por una renuncia total a las riquezas, el poder y el prestigio, elementos que, según él, alejaban a los hombres del verdadero seguimiento de Cristo. Su “revolución” no fue violenta, ni buscó imponer una nueva estructura de poder, sino que consistió en una contestación pacífica, pero profundamente subversiva, a las lógicas de su tiempo. Como señala Boff (1986), Francisco no maldecía a los ricos ni atacaba a los poderosos, sino que él mismo se hizo pobre, encarnando la opción evangélica de la pobreza como una manera de liberar su corazón y vivir una total dependencia de Dios (p. 27). Esta revolución silenciosa sigue siendo una fuente de inspiración para la Iglesia actual, que enfrenta el desafío de ser testigo de un Evangelio que rechaza los ídolos del poder y del materialismo.

La relevancia de este enfoque para la Nueva Evangelización reside en que muchas personas en el mundo postmoderno ya no responden a los discursos o estructuras tradicionales de la Iglesia, pero sí se ven profundamente atraídas por vidas de coherencia y humildad. En un mundo saturado de palabras, Francisco enseña que el silencio y el testimonio personal pueden ser los más poderosos instrumentos de evangelización. Sus encuentros con los leprosos, los pobres y hasta con el Sultán de Egipto demuestran que el diálogo desde la sencillez y el respeto es una vía eficaz para llegar a los corazones más endurecidos (Boff, 1985, p. 30). Hoy, cuando la Iglesia busca ser una “Iglesia en salida”, el testimonio franciscano ofrece un modelo para evangelizar desde el servicio humilde y la apertura al otro.

Para Francisco, el Evangelio no se predica solo con palabras, sino con la encarnación viva del amor de Cristo en cada gesto cotidiano. Este enfoque evangélico sigue siendo crucial para la misión de la Iglesia, que está llamada a ser más que una institución, un testigo creíble del amor de Dios. Como escribió el Papa Francisco en su encíclica Evangelii Gaudium, “la Iglesia crece no por proselitismo, sino por atracción” (Francisco, 2013, n. 14). Francisco de Asís, con su vida, nos recuerda que el cristianismo es sobre todo un testimonio de vida, una entrega humilde y generosa al servicio de los demás, que debe ser el núcleo de toda evangelización en nuestros días.

La Fraternidad como Pivote de la Nueva Evangelización

La fraternidad fue uno de los pilares más visibles de la vida de San Francisco de Asís, pero no como un simple ideal teórico, sino como un modo de vida radicalmente comprometido con los más pobres y excluidos. Francisco vivió la fraternidad como una experiencia concreta que abarcaba a toda la creación, desde los seres humanos hasta las criaturas más pequeñas. Este testimonio, profundamente evangélico, sigue siendo una fuente de inspiración para la Nueva Evangelización, que busca llegar a una sociedad cada vez más fragmentada por el individualismo y el materialismo. La visión de la fraternidad franciscana es hoy un pivote fundamental para el anuncio del Evangelio, especialmente en la tarea de reavivar la fe en un mundo que ha perdido el sentido de la comunidad.

Francisco entendía la fraternidad como una llamada a ver a cada ser humano como un hermano o una hermana, independientemente de su condición social, económica o religiosa. Su vida fue un constante encuentro con los marginados: desde los pobres hasta los leprosos, a quienes no solo acogía, sino que servía con humildad y ternura. Leonardo Boff, en su obra Francisco de Asís: hombre del paraíso, subraya que este encuentro con los más vulnerables fue el giro clave en la vida de Francisco, ya que no solo predicaba, sino que se identificaba con los crucificados de la historia (Boff & Porto, 1986, p. 31). Este enfoque tiene profundas implicaciones para la Nueva Evangelización, ya que invita a los cristianos a abrazar al otro desde la humildad y la cercanía, y no desde una posición de superioridad o poder.

Además, Boff presenta a Francisco como un patrón de las causas populares, especialmente por su opción radical por los pobres. Esta opción, que Boff asocia con los principios de la Teología de la Liberación, no solo implica una vida de pobreza material, sino una conversión profunda que lleva a asumir la causa de los oprimidos como una misión evangélica (da Costa, 2022). Francisco no solo fue un hombre de oración, sino un actor social que, mediante su fraternidad, desafió las estructuras de poder y riqueza de su tiempo. Esta visión también es relevante para la Nueva Evangelización, donde la Iglesia debe salir al encuentro de los pobres y marginados, no solo como destinatarios de caridad, sino como protagonistas del cambio que el Evangelio busca suscitar.

El Papa Francisco, profundamente influenciado por el carisma de su homónimo, ha señalado que la fraternidad es un elemento clave en la misión evangelizadora de la Iglesia hoy. En su encíclica Fratelli Tutti, el Papa subraya que el mundo necesita una fraternidad capaz de trascender las fronteras y de construir puentes entre personas de diferentes culturas, credos y condiciones (Francisco, 2020). Esta fraternidad debe ser auténtica, lo que implica reconocer que todos estamos llamados a ser hermanos y hermanas, y que esta llamada es inseparable de la responsabilidad de luchar por la justicia social y el cuidado de la creación. Aquí, la fraternidad no es un simple valor ético, sino una respuesta evangélica al individualismo y la fragmentación social que caracterizan el mundo moderno.

La Nueva Evangelización necesita recuperar esta visión integral de la fraternidad como un pivote transformador. No basta con predicar el Evangelio desde los púlpitos; es necesario vivir el Evangelio en el día a día, abrazando las periferias y haciéndonos hermanos de los pobres, de los migrantes, de los excluidos. Francisco de Asís nos ofrece un modelo vivo de lo que significa evangelizar con el ejemplo y no solo con las palabras. En este sentido, la fraternidad se convierte en el corazón mismo de la misión de la Iglesia, pues en un mundo cada vez más dividido, la unión fraterna es el testimonio más convincente del poder transformador del Evangelio (Boff & Porto, 1986).

El Espíritu Misionero Franciscano: Un Camino para la Iglesia Hoy

El espíritu misionero de San Francisco de Asís fue una expresión singular de su deseo de vivir el Evangelio sin compromisos. Este espíritu misionero no se limitaba a la predicación formal, sino que estaba profundamente arraigado en su testimonio de vida y en su capacidad de acercarse a los demás, especialmente a aquellos que estaban más alejados, tanto espiritual como culturalmente. Uno de los ejemplos más notables de su vocación misionera fue su célebre encuentro con el Sultán de Egipto, Al-Malik al-Kamil, durante la Quinta Cruzada. Francisco, despojado de todo poder militar o político, decidió atravesar las líneas enemigas con la intención de proclamar el Evangelio, no con palabras de confrontación, sino con una actitud de diálogo y respeto (Matura, 1978). Este episodio refleja cómo el carisma franciscano puede inspirar hoy a una Iglesia en salida, que se atreve a cruzar fronteras y llegar hasta aquellos que, desde la perspectiva de la fe, pueden parecer distantes o incluso hostiles.

Este enfoque pacífico de Francisco contrasta profundamente con los modelos de evangelización más confrontativos o dominantes que a menudo han marcado la historia de la Iglesia. En vez de intentar imponer el Evangelio, Francisco se ofreció a sí mismo como un testimonio vivo, confiando en que su ejemplo de humildad, pobreza y fraternidad hablaría más alto que cualquier discurso. Tal como señala Leonardo Boff en su interpretación de Francisco de Asís, este espíritu misionero está vinculado a una profunda opción por los más pobres y por aquellos que son socialmente excluidos. Francisco no buscaba ganar adeptos a través del poder o la persuasión, sino a través de la coherencia de su vida, alineada con el Evangelio de Jesús (Boff & Porto, 1985). En este sentido, la misión de la Iglesia hoy debe recuperar este estilo evangélico de misión, basado más en el testimonio y en el encuentro personal que en la imposición de dogmas.

El Papa Francisco, profundamente influenciado por la espiritualidad de su homónimo, ha reiterado en numerosas ocasiones que la Iglesia no puede quedarse encerrada en sí misma, sino que debe ser una “Iglesia en salida”, capaz de ir a las periferias, tanto existenciales como geográficas (Francisco, 2013). Aquí, la figura de San Francisco de Asís se convierte en un modelo clave para entender qué significa esta Iglesia misionera. El espíritu misionero franciscano no implica solo un movimiento hacia afuera, sino también un despojo interior. Francisco, al renunciar a todas sus posesiones, se liberó para poder acercarse a los demás desde una total disponibilidad, algo que es esencial para la Nueva Evangelización en nuestros días. La Iglesia, inspirada por este espíritu, está llamada a despojarse de todo lo que impide su auténtico testimonio, desde las riquezas materiales hasta las estructuras de poder que puedan distorsionar su misión.

El legado misionero de Francisco no solo inspira a la Iglesia a salir al encuentro de los demás, sino también a vivir una misión desde la humildad. Tal como Boff destaca en su obra, el despojamiento franciscano fue clave para una misión verdaderamente transformadora: Francisco no solo vivió entre los pobres, sino que se hizo uno de ellos, desafiando las estructuras de poder desde la sencillez (Boff & Porto, 1985). Este enfoque es fundamental para la Nueva Evangelización, que no busca imponer una estructura jerárquica o institucional, sino transformar los corazones desde la cercanía y la humildad. Hoy, la Iglesia debe imitar esta actitud, abriendo caminos de diálogo, fraternidad y servicio, donde el testimonio de vida sea el principal vehículo para anunciar el Evangelio. Al hacerlo, la misión de la Iglesia se convierte en una expresión auténtica del amor de Dios que rompe barreras y reconcilia divisiones.

Un Llamado a la Fraternidad en la Nueva Evangelización

La vida y el testimonio de San Francisco de Asís representan un llamado constante a la Iglesia contemporánea a recuperar la fraternidad como un eje fundamental para la misión evangelizadora. En un mundo fragmentado por el individualismo, las desigualdades y la falta de sentido trascendente, la fraternidad evangélica propuesta por Francisco es una respuesta profética que desafía las lógicas de poder y dominación. La Nueva Evangelización, tal como la entiende la Iglesia hoy, no puede llevarse a cabo sin este fundamento de fraternidad auténtica, donde cada persona es acogida como un hermano o hermana en Cristo, sin importar su condición social, cultural o religiosa. Esta es la base para una evangelización que no solo anuncia el Evangelio, sino que lo encarna en las relaciones cotidianas.

El ejemplo de Francisco de Asís nos invita a asumir una conversión radical que no solo transforma el interior, sino que exige un compromiso concreto con los pobres y marginados. Francisco no solo vivió entre los pobres, sino que se hizo uno de ellos, abrazando su sufrimiento y compartiendo su vida. Este compromiso con los crucificados de la historia es lo que da credibilidad al mensaje cristiano en un mundo que busca autenticidad (Boff & Porto, 1985, p. 31). La fraternidad no es un ideal abstracto, sino una opción radical que debe traducirse en actos concretos de servicio, solidaridad y justicia. La Iglesia en salida, impulsada por el Papa Francisco, debe seguir el modelo del Poverello, eligiendo ser una Iglesia pobre y para los pobres, capaz de anunciar el Evangelio con una cercanía real a las necesidades y sufrimientos de la humanidad.

El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli Tutti, ha subrayado la necesidad urgente de una fraternidad universal que trascienda las diferencias y construya puentes entre las personas. Esta visión está profundamente arraigada en el legado de San Francisco de Asís, quien no solo predicó a sus contemporáneos, sino también a la creación misma, reconociendo en cada ser vivo una obra de Dios. La fraternidad, en este sentido, implica también un profundo respeto y cuidado por la creación, lo que conecta la ecología integral con la evangelización. Tal como lo expone Boff en su análisis del carisma franciscano, la fraternidad no solo une a los seres humanos entre sí, sino también a todos los seres vivos, invitándonos a vivir en armonía con la naturaleza como un acto de amor y obediencia a Dios (Boff & Porto, 1985, p. 37).

Finalmente, la Nueva Evangelización necesita de testigos auténticos que, al estilo de San Francisco, vivan el Evangelio desde una fraternidad concreta, hecha de actos de amor, servicio y diálogo. El desafío actual para la Iglesia no es solo proclamar el mensaje de Cristo, sino vivirlo radicalmente en comunidad y fraternidad, en medio de un mundo que clama por justicia, paz y reconciliación. Como afirmó el Papa Francisco en Evangelii Gaudium, “la evangelización se realiza con alegría, y esa alegría brota del encuentro fraterno con los demás” (Francisco, 2013, n. 14). La fraternidad no solo es el camino de la evangelización, sino también su fruto, pues en la medida en que los cristianos vivan como hermanos y hermanas, el mundo podrá ver la luz del Evangelio brillando en sus obras y relaciones.

 

Referencias:

Boff, L., & Porto, N. (1986). Francisco de Asís: Hombre del paraíso. Lóguez.

da Costa, M. T. (2022). La tradición transfigurada: El Francisco de Asís de Leonardo Boff. Itinerantes. Revista de Historia y Religión, 16, 154-177.

Francisco. (2020). Fratelli tutti.

Francisco. (2015), Laudato Si’.

Francisco. (2013). Evangelii Gaudium.

Matura T. (1978). El Proyecto Evangélico de Francisco de Asís Hoy. Paulinas

Las Sagradas Escrituras en el Centro de la Misión: Reflexiones para el Mes de la Biblia

Cada año, el mes de Septiembre se convierte en una oportunidad especial para que la Iglesia Católica celebre la Palabra de Dios en lo que se conoce como el Mes de la Biblia. Este tiempo no solo es una invitación a redescubrir el valor de las Sagradas Escrituras, sino también a reflexionar sobre su papel central en la misión evangelizadora de la Iglesia. La Biblia, como Palabra viva, no es simplemente un texto antiguo, sino el corazón de la misión de la Iglesia, llamada a anunciar la Buena Nueva en un mundo en constante cambio.

Desde los tiempos del Concilio Vaticano II, la Iglesia ha subrayado la importancia de la Sagrada Escritura en la vida de los fieles y en la pastoral. La constitución dogmática Dei Verbum nos recuerda las palabras de San Jerónimo: “la ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo” (DV, 25), una afirmación que resuena con fuerza en el contexto de la Nueva Evangelización. Este llamado a colocar la Biblia en el centro de la vida y misión de la Iglesia fue retomado y ampliado por el Papa Francisco en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, donde insiste en que toda evangelización debe estar fundamentada en la Palabra de Dios, que “escuchada, meditada, vivida, celebrada y testimoniada” se convierte en la fuente de toda actividad eclesial (EG, 174).

En este Mes de la Biblia, nos proponemos reflexionar sobre cómo la Palabra de Dios debe ocupar el lugar central en nuestra misión como Iglesia, especialmente en el contexto de la Nueva Evangelización y la Animación Bíblica de la Pastoral. A lo largo de este artículo, exploraremos cómo la Biblia no solo ilumina nuestra fe, sino que también nos impulsa a ser una Iglesia sinodal, que camina junta, guiada por la Palabra.

La Centralidad de la Biblia en la Nueva Evangelización

La Nueva Evangelización, promovida inicialmente por San Juan Pablo II, se fundamenta en la necesidad de renovar el ardor, los métodos y las expresiones con las que la Iglesia lleva el mensaje del Evangelio a todas las personas. En este esfuerzo, la Biblia ocupa un lugar insustituible, pues es a través de la Palabra de Dios que la Iglesia encuentra la inspiración y guía necesarias para enfrentar los desafíos contemporáneos.

El Documento de Aparecida, fruto de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en 2007, reafirma la importancia de la Sagrada Escritura en este proceso. Los obispos latinoamericanos subrayan que “desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo” (DA, 247). En este sentido, la Nueva Evangelización no puede darse sin un profundo conocimiento y vivencia de la Palabra de Dios, que debe ser el alimento espiritual de todos los discípulos misioneros.

El Papa Francisco, en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, continúa esta línea de pensamiento al afirmar que “toda la evangelización está fundada sobre [la Palabra], escuchada, meditada, vivida, celebrada y testimoniada” (EG, 174). Para Francisco, la Biblia no es solo un texto para estudiar, sino una fuente de vida que transforma a quienes la escuchan y la ponen en práctica. Por tanto, en el contexto de la Nueva Evangelización, es fundamental que la Biblia sea el centro de toda actividad pastoral, inspirando nuevas formas de anunciar el Evangelio con creatividad y fidelidad.

La Animación Bíblica de la Pastoral

La “Animación Bíblica de la Pastoral” es un concepto clave que ha cobrado fuerza en las últimas décadas, especialmente a través del trabajo de la Federación Bíblica Católica (FEBIC). Este enfoque busca que la Biblia no sea solo un elemento más dentro de la pastoral, sino que anime e impregne toda la vida y misión de la Iglesia. Esta idea surge de la necesidad de que la Palabra de Dios esté en el centro de todas las actividades pastorales, orientando y transformando cada acción en un reflejo del mensaje bíblico.

Durante la IV Asamblea Plenaria de la FEBIC en 1990, celebrada en Bogotá, se destacó la urgencia de dar un “giro copernicano” en la pastoral, colocando la Biblia en el corazón de la vida eclesial. Se subrayó que “la pastoral bíblica no se debe considerar como relacionada solo con un sector particular de la Iglesia,” sino como la base de todo el conjunto de la pastoral y de la misión de la Iglesia (FEBIC, 1993). Esta visión fue recogida y ampliada en la exhortación apostólica Verbum Domini de Benedicto XVI, donde se invita a que la animación bíblica sea el motor de toda la pastoral, no como una actividad adicional, sino como el fundamento de toda la misión eclesial (VD, 73).

En este sentido, la Animación Bíblica de la Pastoral no es simplemente un cambio de nombre o de enfoque, sino un verdadero cambio de paradigma que requiere que toda la Iglesia se deje guiar por la Palabra de Dios en todas sus dimensiones. Esto implica una pastoral que sea profundamente bíblica, donde cada acción, cada programa y cada iniciativa esté inspirada y sostenida por la Sagrada Escritura.

La Biblia como Camino Común

La sinodalidad, entendida como el camino que la Iglesia está llamada a recorrer junta, encuentra en la Biblia su guía y fundamento. En las reflexiones de la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, expresadas en el documento “Hacia una Iglesia sinodal en salida a las periferias,” se resalta la importancia de la Palabra de Dios como el punto de referencia para todo discernimiento y acción pastoral. La sinodalidad en la Iglesia no es solo un método de gobierno, sino un modo de ser Iglesia, profundamente arraigado en la centralidad de la Palabra de Dios. Como señala el documento, “cuando hablamos de la Dimensión kerigmática y misionera nos referimos al corazón mismo de toda acción evangelizadora que, desde la centralidad de la Palabra de Dios, debe llegar a ser un anuncio, propuesta y acompañamiento de la fe en el Señor Jesús”. Este enfoque kerigmático subraya que la misión de la Iglesia es un anuncio apasionado de Cristo, que lleva a los pueblos a un encuentro transformador con Él, desencadenando el discipulado misionero y la vida eclesial basada en el mandamiento del amor” (#239).

La Biblia, en este contexto, se convierte en el camino común por el cual todos los miembros del Pueblo de Dios son llamados a transitar. La lectura comunitaria de las Escrituras es un acto sinodal en sí mismo, donde cada persona aporta su perspectiva y donde el Espíritu Santo guía a la comunidad hacia la verdad. La sinodalidad, por tanto, no puede realizarse sin una profunda inmersión en la Palabra de Dios, que es la que ilumina los pasos de la Iglesia y orienta sus decisiones.

El Papa Francisco, en Evangelii Gaudium, nos recuerda que “la Iglesia no evangeliza si no se deja continuamente evangelizar” (EG, 174). Este proceso de evangelización interna comienza con la escucha de la Palabra, que nos transforma y nos capacita para ser testigos auténticos del Evangelio. Así, la sinodalidad y la Biblia están intrínsecamente unidas en la misión de la Iglesia, pues es en la escucha y meditación comunitaria de las Escrituras donde encontramos la dirección para caminar juntos como Pueblo de Dios.

La Biblia como Fuente de Renovación y Esperanza

En un mundo marcado por la incertidumbre y los desafíos, la Biblia se presenta como una fuente inagotable de renovación y esperanza. La Palabra de Dios no solo nos ofrece consuelo en tiempos de dificultad, sino que también nos impulsa a la acción, inspirándonos a construir un mundo más justo y fraterno.

El Documento de Aparecida enfatiza que la Biblia es “alma de la acción evangelizadora” (DA, 247), y nos llama a un compromiso profundo con la Palabra, que debe ser leída y meditada en comunidad. Este enfoque comunitario de la lectura bíblica no solo fortalece la fe individual, sino que también construye comunidades sólidas y comprometidas con la misión de la Iglesia.

En este Mes de la Biblia, se nos invita a redescubrir la Sagrada Escritura como el motor que impulsa nuestra fe y nuestras acciones. La Biblia es el libro de la esperanza, que nos recuerda que Dios está presente en nuestra historia y que nos llama a ser instrumentos de su amor en el mundo. Al meditar y vivir la Palabra de Dios, encontramos la fuerza para enfrentar los desafíos de hoy con valentía y confianza, sabiendo que la misión de la Iglesia está guiada por la Palabra que da vida.

Conclusión

En este Mes de la Biblia, estamos llamados a reavivar nuestra relación con la Palabra de Dios, reconociendo su papel central en nuestra vida y misión como Iglesia. La Biblia no es solo un libro que se estudia; es una fuente viva de inspiración, guía y transformación para todos los fieles. Como nos recuerdan los documentos de la Iglesia, desde Dei Verbum hasta Evangelii Gaudium, la Escritura debe estar en el centro de todas nuestras actividades pastorales, animando cada esfuerzo evangelizador con la frescura y la fuerza del Evangelio.

La Nueva Evangelización nos desafía a renovar nuestro ardor y a encontrar nuevas formas de anunciar el mensaje de Cristo, y en este camino, la Biblia es nuestro mapa y nuestra brújula. A través de la Animación Bíblica de la Pastoral, somos invitados a redescubrir la centralidad de la Palabra en todas las dimensiones de la vida eclesial, asegurando que cada acción pastoral esté impregnada de la riqueza de las Escrituras.

En un mundo que busca desesperadamente esperanza y sentido, la Biblia nos ofrece respuestas profundas y eternas, recordándonos que Dios sigue actuando en la historia y que su Palabra tiene el poder de transformar vidas. Así como Felipe ayudó al eunuco etíope a entender y vivir la Palabra de Dios, nosotros también estamos llamados a ser guías y testigos de la Biblia en nuestra comunidad y en el mundo.